jueves, 7 de julio de 2011

Latidos

Tu piel se estremeció. Cada uno de tus poros se abrió al percibir mis latidos. Podía sentir el perfume que emanaba tu cuerpo, y estar ahí parecía un sueño. Tu pañuelo de seda rozó mi brazo, lo pude sentir. Vi esa lágrima rodar por tu mejilla, el brillo de su reflejo me encegueció. Ese resplandor poblado de dolor perforo cada centímetro del lugar, las paredes blancas, las ventanas, mi cama. Los sonidos de tu respiración me ensordecieron. Tu deseo estaba ahí. Pude verte, pude olerte, pude sentir todo lo que sentías. El horrendo artefacto seguía mostrando mis latidos, pero yo ya no estaba ahí.

1 comentario:

  1. me gusta mucho, Julio! bienvenido al club de los "bloggeros". Nos vemos pronto! beso

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