lunes, 11 de julio de 2011

Marumba


Sus noches son largas y confusas. Su realidad esta signada por un gran pastillero que marca la entrada de cada día. No llega a entender porqué las lágrimas de sus hijas, que aprietan su dolor acompañado de ternura. Lo ven poco, porque no pudieron aprender a mezclar el dulce canto de sus brazos fuertes con la mirada lejana.
Nelly, la del día, le habla sin descanso. Su rutina lo encuentra con la magia del despertar en un día nuevo, donde no hay nada atrás, donde se presentan a su encuentro sus corridas por las montañas de Demues. El olor del membrillo, el calor en sus brazos terminando una madreña, el abrazo de su hermano en el puerto de Buenos Aires, la voz de esa hermosa cantaora que le susurraba con los ojos, el llanto de su hermana, a lo lejos, amando los colores del nuevo mundo.
Nelly, la de la noche, se sienta a su lado, paciente, en silencio. Posa su mano en sus arrugas esperando ansiosa que pueda alcanzar ese sueño que algún día, tal vez, lo deje volver a encontrarse con el mundo de hoy, con la risa de sus nietos, con la mesa poblada.
Cada noche de la última semana, él se despierta, se levanta y busca sus valijas. No puede contener su deseo de ir a su casa. Nelly, la de la noche, lo calma con caricias, lo abraza con leche tibia y le explica que al despertar todo volverá a ser canto de pájaros y brisa húmeda. Pero él no comprende porque ese día no está ahí, con Amador caminando los senderos y con su gaita sonando y doblegando corazones. “Tengo que buscar mi Marumba”, repite con ojos enjuagados, “preguntale a Natalita”  le dice a Nelly. Ella lo abraza, lo acuesta y el vuelve a vivir su mesa de favada y sus ansiados picos con ese cielo enrejado de verdes profundos.
Ni Natalia ni Rocío saben que es lo que desvela esas noches. Por más que buceen en su infancia no encuentran esa Marumba que su padre tanto busca. No está en esas historias que ellas siguen repitiendo con el sabor que solo tienen las palabras envueltas por raíces. Cuando ellas le preguntan por Marumba, el sonríe y sus ojos brillan iluminados en silencio.

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